No es fácil rebatir las opiniones que con conocimiento expone José Antonio Ocampo, colega de brillante trayectoria tanto en Colombia como en el exterior. Con seguridad me atrevo a aseverar que es el economista colombiano más conocido y destacado en el ámbito internacional. No obstante sus altas calificaciones y lo medidos que suelen ser los conceptos que emite, me temo que en la última oportunidad que estuvo en Bogotá, participando en un foro programado en la U. Nacional, se le escapó, en mi opinión, un error, al eliminar la agricultura por equiparar su evolución –que es de corto y largo plazo– con acciones de muy corto plazo tales como la ausencia de medidas para el control de capitales. Si bien advirtió que es "firme creyente en la agricultura", no la ve como locomotora. Juzgo que aquí se escacho, pues no hay una alternativa mejor para proyectar el desarrollo nacional que poner a funcionar como se debe al sector, más aún ahora que tiene a su favor claras posibilidades para arrancar con fuerza. La creación de empleo, la elevación de la calidad de vida de los agricultores, el aumento de la inversión, la sostenibilidad ambiental, la seguridad alimentaria y el comercio exterior son, entre otros factores, clave de la gestión del desarrollo. Pero hay algo más de fondo en esta apreciación. A nadie se le puede pasar por alto que en los procesos de desarrollo muchas veces hay que hacer una opción frente al destino de la agricultura y la ruralidad. En muy pocos países esta opción ha sido sacrificarla. Tal fue en el pasado la decisión de Inglaterra, que optó por abastecerse de alimentos y bienes agrícolas desde sus colonias. La generalidad de los hoy industrializados miembros de la Ocde es que en algún momento de su evolución socioeconómica definieron, por distintas razones, establecer sistemas de protección a sus agriculturas, estímulos a los productos agrícolas y bonificaciones a las exportaciones. En el caso de EE. UU., Europa y Japón, estas determinaciones de protección se adoptaron hace más de un siglo, en algunos casos por razones de seguridad alimentaria, en otros por elevar el ingreso de los agricultores, y en todos ellos por consideraciones económicas y sociales relacionadas con las contribuciones intangibles o externalidades de interés público que realizan los agricultores y campesinos en general y que no son reconocidos ni remunerados por la vía de los mercados. Aunque estas observaciones no se deben interpretar como el deseo recóndito de replicar los modelos del pasado, entre otras razones porque soy consciente de que en el largo plazo la tendencia será el libre comercio de productos agrícolas y hacia allá debe ir nuestro país, sí están del lado de quienes pensamos que se trata de un horizonte que aún está lejos y para el cual hay que prepararse, teniendo conciencia de que aún persisten enormes distancias en el intercambio internacional de estos bienes. No obstante las declaraciones y las buenas intenciones de tomar una opción por la agricultura, en nuestro país no se han traducido en realizaciones concretas. En tales condiciones, nada mejor que tomar como parámetro de referencia para la proyección del futuro las actividades agrícolas y rurales. Juntos, ciencia y tecnología, y sector agrícola y rural, pueden convertirse en factores claves de la estrategia productiva nacional. Fuente: http://www.portafolio.co/columnistas/agricultura-si-se-puede Por: Gabriel Rosas Vega
La sostenibilidad ambiental es factor clave de la gestión del desarrollo.
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