lunes, 30 de mayo de 2011


El agro no marcha

a agricultura colombiana, contrario a lo que acontece con otros países latinoamericanos, exhibe un desempeño muy pobre. Según algunos estudios, ello obedece a la política comercial agrícola que protege excesivamente al sector. Esto hace que el país desaproveche las oportunidades crecientes del mercado mundial, subutilice su enorme potencial productivo y aumente la frustración de las gentes del campo.


En el actual Plan de Desarrollo se establece que el sector agropecuario es una de las cinco locomotoras que deben impulsar el crecimiento de la economía colombiana durante el presente cuatrienio. Para ello se definió, como objetivo central de la política, aumentar la competitividad y la productividad sectoriales.

Desde principios del presente siglo la situación de los mercados internacionales agropecuarios ha sido muy favorable para el crecimiento de la agricultura mundial. Los precios de los distintos bienes agropecuarios han presentado tendencia creciente y han alcanzado niveles relativamente altos con respecto al comportamiento de las últimas décadas. Además, para el período 2001-2009, el comercio mundial agrícola creció por encima del comercio total.

Estos dos fenómenos, aunados a unos mercados agrícolas menos distorsionados y más abiertos, han estimulado el crecimiento de las exportaciones agropecuarias de muchos países latinoamericanos entre los que se destacan Brasil, Perú y Chile. Esto le ha permitido a la región aumentar su participación en los mercados internacionales agropecuarios. Adicionalmente, y gracias a estos resultados, el sector agrícola de estos países ha crecido a tasas sostenidas mayores al 3,5 por ciento anual.

Colombia, por el contrario, y no obstante disponer de tierra para la explotación agrícola -se calcula que hay alrededor de 17 millones de hectáreas con vocación agrícola que no se utilizan para tal fin- no ha aprovechado mayormente las oportunidades que ofrecen los mercados internacionales. Las exportaciones sectoriales del país pierden participación en las mundiales y, además, la ventaja comparativa en agricultura disminuye respecto a la de sus pares latinoamericanos.

Lo paradójico de todo esto es que Colombia tiene recursos para impulsar una oferta amplia y diversificada de bienes agropecuarios y forestales. Más aún, según estudios recientes, los productos exportables no tradicionales cuentan con mercados internacionales dinámicos y relativamente grandes; son los más competitivos a nivel interno; son grandes generadores de empleo; a ellos se encuentran vinculados los pequeños productores; y se producen en las distintas regiones del país.

El problema central de esta frustrante situación está en la política comercial y de apoyo. Según el Banco Mundial, Colombia, contrario a otros países latinoamericanos, protege excesivamente su agricultura y, particularmente, las actividades sustitutas de importaciones. Por tal motivo, los recursos y la inversión no fluyen hacia las actividades no tradicionales con alto potencial.

Sin una vinculación creciente y sólida a los mercados internacionales y sin el consecuente ajuste a la estructura de incentivos agrícolas, no es factible, como lo sugiere el Gobierno, que el sector agropecuario alcance la potencia de una locomotora que jalone el crecimiento de otros sectores. Manteniéndose la actual política comercial agrícola, como parece ser la intención de las autoridades sectoriales, las políticas del Plan no estarán en capacidad de lograr mayores mejoras en el desempeño económico de la agricultura, pues el mercado interno no constituye una fuerza lo suficientemente poderosa para impulsar el crecimiento sectorial.

La potencia del crecimiento agrícola debe venir del mercado externo, como lo muestran los evidentes y palpables ejemplos de países como Brasil, Chile y Perú. Colombia tiene el potencial para alcanzar, por lo menos, estos logros. Mientras nos mantengamos aferrados al paradigma del desarrollo agrícola de décadas pasadas, nuestra trayectoria continuará siendo la misma de los últimos años. Ello resulta frustrante para un país rico en recursos naturales y que exhibe serios problemas de empleo, pobreza y baja dinámica productiva en los sectores rurales, que demandan de una pronta y efectiva solución. 



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