viernes, 20 de abril de 2012


De vuelta a los cultivos

En dos años, 57 familias aumentaron 58% la producción de alimentos gracias a un programa de Parques Nacionales y Patrimonio Natural.


Mujeres y adultos mayores son los más entusiastas con el Progrma Mosaicos. / Patrimonio Natural


Margarita Pretel sale todas las mañanas para su finca. A los 55 años, agarra el azadón y empieza a caminar por la orilla del río hacia el monte. Margarita vive en Panguí, una pequeña población del Golfo de Tribugá en el Pacífico colombiano. El pueblo, como la mayoría de la Costa Pacífica, no tiene luz. Su única vía de comunicación es el mar y los servicios básicos son inexistentes.

Margarita nació aquí, su familia es agricultora de profesión y ella la heredó. Su finca queda a una hora de Panguí, en medio del bosque donde las comunidades negras hacen pequeños claros para cultivar plátano, banano, yuca, papa china y otros productos básicos para su dieta.

Ella hace parte de las 57 familias de los pueblos de Nuquí, Tribugá Panguí y Jurubidá que, acompañadas por el Consejo General de los Riscales, trabajan en la recuperación de la agricultura. En los últimos años los cultivos tradicionales habían disminuido tanto en su oferta, como en su extensión, lo que causó la dependencia casi total de los productos de Buenaventura y la presión sobre aquellos que provienen del bosque y del mar.

"Juribidá cargaba barcos de plátano y banano para Buenaventura, teníamos comida y territorio, pero durante un tiempo hasta el arroz lo traíamos por barco, ahora algunas familias vamos otra vez hacia el autoabastecimiento", aseguró Noelia Mosquera, miembro del consejo local de este municipio.

En el 2007 se inició el Programa Mosaicos de Conservación, un proyecto apoyado por el Fondo Patrimonio Natural y Parques Nacionales Naturales. En el Mosaico del Golfo de Tribugá, el Consejo los Riscales y la Fundación Swissaid son los principales socios para desarrollar un proyecto local "en el que la agricultura es el eje principal de la propuesta, y que busca generar seguridad alimentaria a la que vez excedentes para comercializar", afirmó Astrid Álvarez, asesora técnica de Swissaid.

El modelo agrícola que se implementa en Mosaicos se construyó con los agricultores y recupera sus conocimientos tradicionales sobre producción. También incluye el uso de algunas tecnologías para garantizar la producción limpia de alimentos, aumentar el rendimiento y enriquecer las fincas con especies de la selva.

Para Heriberto García, cultivador de Panguí "dentro de una parcela de una hectárea cabe todo, ahí está la yuca, la papa china. Cuando el plátano se muere hay más productos y queda el pan coger para el sustento de la casa, producimos sin químicos, además, no podemos salirnos del campo porque es el que le da al negro esta piel tan bonita y resistente".

El trabajo ha sido muy duro, la mayoría de las personas que siembran son adultos o mujeres que asumieron el reto de sacar a sus familias adelante con la agricultura.

Durante estos dos años, el área sembrada en las fincas pasó de 108 hectáreas a 171, lo que representa un incremento del 58 % en la producción de alimentos como el banano y el arroz.

Los productos agrícolas excedentes se comercializan en los restaurantes de Nuquí. Los agricultores que le apostaron a recuperar su tradición ya ven los resultados. Entre el ahorro que han tenido las familias y la comercialización de los excedentes se generaron 220 millones de pesos, una suma considerable para una población que vive en la pobreza en medio de uno de los lugares más ricos en biodiversidad.

José Ruperto Murillo está orgulloso de su trabajo como técnico del Programa, "el proyecto ha dado resultados por muchas razones, la primera es que en las comunidades donde se desarrolla hay competencia local, porque cuando ven los buenos productos que se sacan y se venden rápidamente, y la gente vuelve con la plática a la comunidad, otras personas quieren cultivar. Hoy podemos contar que tuvimos una crisis (alimentaria) pero ahora estamos en una bonanza".

Cada vez más familias del Mosaico vuelven a sus fincas. Margarita está agradecida con su plantación de plátano y con los árboles frutales, "Ya tengo mi forma de vida, ahora estoy limpiando, desojando, practicando todo lo que aprendí en el proyecto. Ya me comí una chirimoya y eso que hace años que ningún barco las trae por aquí".


Fuente: http://bit.ly/HY9HJu


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