Miguel de German Ribon lideró el desarrollo del negocio de las flores en el país.
La floricultura es quizá el caso más exitoso de las exportaciones no tradicionales colombianas.
Y ese éxito está íntimamente asociado con un nombre: Miguel de German Ribon, colombiano nacido en París en 1920 y fallecido el jueves pasado en Bogotá.
Su familia, oriunda de la ardiente Mompox (Bolívar) pero de ascendencia francesa, se había trasladado a París a finales del siglo XIX. Don Miguel, como se refiere a él con respeto y admiración el presidente de la Asociación Colombiana de Exportadores de Flores (Asocolflores), Augusto Solano, fue uno de los pioneros de esta actividad comercial y exportadora.
Fundador hace más de 50 años de la conocida floristería Rosas Don Eloy, en Bogotá, "fue casi el único floricultor que, además de ser exportador, ha trabajado en el mercado nacional con un producto de altísima calidad, que es de exportación", dice Solano.
El rápido ascenso de Rosas Don Eloy, punto obligado de compra de los arreglos florales de la clase alta capitalina residenciada en los tradicionales barrios La Candelaria, Centro, Teusaquillo y la Soledad, obedeció no solo a la belleza y calidad de sus productos sino a que "era un relacionista público impresionante", señala Luis Martín, uno de sus dos hijos.
Su amplia cultura, adquirida en sus primeros 21 años de vida y estudios en Francia y alimentada después con su permanencia de 70 años en Colombia y sus viajes al exterior, le dio una visión cosmopolita con la que impregnó su quehacer comercial.
A pesar de que en la capital francesa se graduó en ciencias políticas -carrera que nunca ejerció-, toda su vida fue agricultor, comenta Luis Martín, para referirse al hecho de que durante cerca de siete décadas su residencia fue Bojacá, pequeña población de la sabana a 40 minutos de Bogotá y de la cual fue concejal por más de 10 años, exactamente en la hacienda La Conchita, cuyo nombre, como el de don Miguel, está ligado al desarrollo de la floricultura colombiana.
Y es que de allí, de La Conchita, salían las rosas y otras flores para la tienda Don Eloy, cerca de la plaza de toros Santa María, y también para el exterior, específicamente para Estados Unidos y después para otros mercados, negocios que se facilitaban por el hecho de que don Miguel hablaba fluidamente francés, español e inglés.
En 1972 el presidente Misael Pastrana lo nombró embajador en Francia y un año después compró la que hoy es la sede diplomática colombiana, considerada una de las más bonitas del mundo.
Entre marzo y septiembre de 1978 estuvo secuestrado por el M-19, hecho que marcó profundamente a la familia y en 1981 dejó la gerencia de la empresa, pero continuó activo en la junta directiva.
Sin estudios académicos ni en floricultura ni en ganadería, su don de gentes, espontaneidad, carácter extrovertido y capacidad de relacionarse con los demás y de aprender lo llevaron a esas actividades, en las que salió airoso.
Directivos de Asocolflores aseguran que no tenía inconveniente en compartir la información sobre los secretos de la floricultura y animó a muchas personas a que se iniciaran en este negocio, y lo logró: las flores colombianas llegan a 88 países.
Conociendo el interés de de Ribon por las flores, la embajada de Colombia en Washington le hizo llegar la tesis de grado del estadounidense David Cheever, que versaba sobre el cultivo de claveles y las posibilidades que tenía la industria de las flores en el mercado de Estados Unidos.
"Mi papá, que había ensayado la exportación de flores a Estados Unidos, invitó a Cheever a Colombia. Hacia 1967, inicia el primer cultivo comercial de clavel en el país", indica Luis Martín.
Fuente: http://bit.ly/RgEKi0