Innovar implica que las más diversas actividades incorporen cambios en sus prácticas cotidianas, con el propósito de volverse más efectivas en la producción de bienes y servicios o en los procesos utilizados para un fin. Innovar en un entorno de mercado es una obligación para lograr ser sostenibles y acumular beneficios económicos y sociales en distintos emprendimientos.
Ese es precisamente el propósito del proyecto de ley que crea el Sistema Nacional de Innovación Agropecuaria (SNIA), el cual busca beneficiar un sector cuyos avances son aún pocos. El articulado hace tránsito en el Congreso y corre el peligro de hundirse esta semana, pues fue presentado al amparo del conocido 'fast track'.
No debería ser así. La iniciativa crea e integra, en el nivel nacional y en el ámbito territorial, tres subsistemas: uno de investigación y desarrollo tecnológico agropecuario, otro de formación y capacitación para la innovación y uno más de extensión agropecuaria. Además, propone los instrumentos y mecanismos para que estos se planifiquen y desarrollen de forma coordinada, en función de la innovación.
Sin entrar a describir cada uno de los mecanismos propuestos, lo importante es que el nuevo esquema evitaría la presencia de esfuerzos desordenados, sin que la mano izquierda sepa lo que hace la derecha, lo cual lamentablemente es lo usual en el país. En cambio, nacería una estructura que aseguraría la articulación no solo entre las entidades nacionales involucradas en el tema, sino con los actores departamentales y municipales, y ello garantizaría su aplicación práctica.
Así mismo, se garantizaría gratuidad en la prestación del servicio de extensión a los más vulnerables. Según el progreso de los productores, estos pueden llegar a colaborar con los menos exitosos, dándole cuerpo a un verdadero modelo de solidaridad.
Sería lamentable que naufrague una iniciativa ambiciosa que beneficiaría a los campesinos colombianos, sobre todo a los más pequeños
Que Colombia tiene un inmenso potencial en su sector agropecuario, nadie lo discute. Contamos con tierra abundante y una de las mayores riquezas hídricas del planeta. Debido a ello, es una enorme paradoja que el campo sea sinónimo de atraso y marginalidad, de falta de oportunidades y presencia de la ilegalidad.
Superar tantas falencias exige respuestas en muchos ámbitos. Uno de ellos es la innovación, sin la cual no llegará el progreso a las zonas rurales. El SNIA llenaría ese vacío.
No hay duda de que esta ley es necesaria. Sin embargo, también es cierto que toca intereses individuales, pues cambiaría cómo funcionan las cosas hoy en día. Obliga, por ejemplo, a que todos los recursos públicos concurran a esta nueva institucionalidad y a sus instrumentos, excluyendo la parafiscalidad agropecuaria. Esa variación afectaría a aquellos que utilizan los recursos públicos con fines políticos. Bien podría decirse que el texto cuenta con pocos amigos en el Capitolio porque está diseñado específicamente para beneficiar a los productores.
En conclusión, hay que insistirle al Congreso para que haga su tarea, anteponiendo el bien común al particular. Si la ley de innovación sale, los campesinos serían los beneficiados, sobre todo los más pequeños. Ese es un fruto que no se les puede quitar de las manos.
Fuente: http://bit.ly/2jpHGAe