viernes, 20 de mayo de 2016


Con pica y pala

El sector agropecuario debe jugar un papel vital en el presente y el futuro de nuestro país. Ante quienes creen que se puede minimizar el ramo y que su papel protagónico en la economía esta mandado a recoger, es pertinente recordarles su equivocación. Por un lado, el área rural cuenta con el 22 por ciento de la población colombiana y el sector agropecuario representa el 6 por ciento del PIB, el 16 por ciento del empleo y cerca del 20 por ciento de las exportaciones. Sencillamente, tiene un papel más importante bajo estos parámetros que México, Chile, Perú y Brasil.

No obstante la importancia del sector, existen cosas que nos deben preocupar: el 60 por ciento de las exportaciones de nuestros productos agrícolas están concentrados en café, flores y banano, y, tristemente, la actividad en el sector está asociada con un bajo ingreso per cápita. En adición a esta realidad, la participación del sector en el PIB viene decreciendo, al igual que su participación en el empleo, y valga decir que en los últimos 14 años solamente en 3 ocasiones el sector se ha situado, en cuanto a crecimiento, por encima de la economía colombiana.

Nuestro campo hoy está afectado por múltiples elementos, algunos de ellos son fallas estructurales no agropecuarias que se explican por bajos niveles de escolaridad, una precaria situación de primera infancia, donde el 72 por ciento de los menores de 5 años pasan la mayoría del tiempo con sus padres sin acudir a ningún programa de formación, y serias carencias de infraestructura social.

Otra gama de desafíos son los problemas estructurales agropecuarios. Existen bajos niveles de productividad, 75 por ciento de la población rural gana menos de un salario mínimo y solamente 3 de 10 pequeños productores acceden al crédito. Debería también preocuparnos que tres quintas partes de la tierra presentan tenencia precaria y que existen grandes brechas entre la vocación del suelo, donde existen 22 millones de hectáreas con vocación agrícola y solo 5,3 millones se destinan para este propósito. 

El gobierno se jacta de decir que el sector agrícola ha sido su locomotora, cuando ni siquiera se cumplieron las metas del Plan de Desarrollo del 2010 al 2014 y en las metas del nuevo Plan de Desarrollo anualizadas, se observan importantes rezagos. A todas estas, la Misión para la Transformación del Campo ha establecido que para dinamizar el sector rural necesitamos 195 billones de pesos en 14 años, es decir, cerca de 13 billones anuales, cuando el presupuesto anualizado es apenas cercano a 3,2 billones.

El campo necesita acciones claras que empiezan por hacerlo una prioridad real de las políticas públicas, crear un ambiente hermanado entre agroindustria y pequeños productores, hacer una reingeniería institucional para tecnificar las entidades del sector, proveer más bienes públicos, diversificar la oferta agrícola exportable y formar un capital humano hacia la vocación agrícola territorial.

Hasta ahora el gobierno Santos dice que el campo será la autopista del posconflicto, pero su visión y ejecución es demasiado pobre. Si no hacemos una transformación vinculada hacia un campo moderno, seguiremos con grandes discursos y una realidad de pica y pala.
Fuente: http://bit.ly/1suOezY

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